Si
mi escuela fuera un barco,
los chicos seríamos marineros, y la maestra,
el capitán.
Viajaríamos
juntos a conocer mundos nuevos para luego escribir en el cuaderno nuestras
impresiones.
El
almanaque de mi escuela tiene pintados de colores todos los días de la
semana...
menos el sábado y el domingo, porque no hay
clases, y los patios están vacíos como plazas en días de lluvia.
Un
rato antes de que suene el timbre de entrada,
los
chicos parecen abejas blancas
revoloteando alrededor de la puerta.
A
la hora de salida, una catarata de risas, gritos y gestos
parece que echara abajo la puerta y se precipitara
la calle.
Mi
escuela es una casa grande con jardín adentro,
donde encuentro todo lo que busco y me
contestan todo lo que pregunto.
Yo
me aseo cuidadosamente para ir a la escuela, y trato de portarme muy bien en
clase para no perturbar mi aprendizaje y el de mis compañeros, hermanos
espirituales con los cuales formo la familia del saber.